Me pregunto
cómo he podido llegar a esta situación tan ridícula. Es verdad que en varias
ocasiones me he conducido como un patán, pero es que no hay derecho a que todo el
mundo trate de controlar mi vida y, lo peor, que de la opinión de los demás
dependa mi estado de ánimo, al final, creo que todos estos cacharros electrónicos
son los culpables de mi malestar.
No sé con
exactitud qué es peor, si seguir en este círculo vicioso donde mi humor depende
de la respuesta a mis selfies, los “me gusta” cuando cuelgo una foto, los
comentarios cuando hago una publicación, las críticas en contra de mis
opiniones en un foro; o la indiferencia total.
Antes, no
tenía esa angustia de no saber si mis colegas, admiradores y enemigos aprobaban
o desaprobaban mi conducta en mis participaciones en las redes sociales, pero
últimamente, ya no puedo vivir sin las visitas a todas mis aplicaciones
multimedia. Al día haré más de cien o unas doscientas revisiones.
Me asombra que
a veces estoy deshecho, me da una depresión horrible, porque nadie me visita en
mi blog, cuando nadie le pone una manita con pulgar a mis fotos me enfado,
cuando alguien dice algo de mí y, al hacer el comentario de respuesta, me
ignoran, hasta quiero romper la computadora. ¿Qué me pasa?
Ahora mismo
estoy fatal. He tirado mi compu portátil por la ventana, es que iba muy lenta y
no podía mantener una discusión en el chat, decidí enviarle una cadena de sms a
mi desagradable interlocutor, pero mi teléfono tiene una función de corrección
de textos, me los cambia al inglés, que no puedo cambiar porque el programa del
aparato no me lo permite, tendría que actualizar el androide y buscar
aplicaciones en play store, pero cuándo te vas a poner a hacer eso en una
discusión, además mi fono es pirata.
Me he
preparado una taza de nescafé y estoy tratando de razonar un poco sobre las
causas de este estado de angustia. Conciencia está ofendida, sentada frente a mí
con su cara de indignación, ni siquiera me mira, tiene la cabeza levantada y hace
como que no me ve, he tratado de comunicarme con ella por medio de Sentido Común
pero él tampoco quiere dirigirme la palabra, dice que eso de tirar el regalo
que me hizo mi hermana por la ventana, solo porque se había colgado un rato,
fue una burrada. Los entiendo a los dos pero tengo mis objeciones.
Para la
primera, la dama criticona y confianzuda, sería necesario que supiera que estoy
tranquilo y satisfecho por haberle dicho a mi novia Lola que hiciera lo que
quisiera cuando tenía la peor depresión de su vida, no podía entender que yo tenía
que contestar un montón de mensajes y subir un artículo en mi blog, con qué
cara me exigía que saliera de inmediato a consolarla por no sé qué niñería, y
luego se quiso hasta suicidar, ¿será tan inútil?
Para el
segundo, ¿qué podía hacer yo? Es cierto que Sentido Común me dijo que lo mejor
era dejarlo todo y salir de inmediato en su ayuda, que de ser verdad lo de mi
novia Lola, tendría que afrontar las consecuencias después, y así pasó, pero no
fui yo el culpable. Al principio sí le hice caso a mi compañero inseparable y
hasta me vestí para salir en ese momento, pero cuando ya estaba a punto de
irme, entró en línea un contrincante que tengo en el juego de los tanques de
guerra y, como ya me había ganado la vez pasada, tenía que desquitarme, me
regresé y empecé a jugar, Sentido Común me comenzó a echar la bronca y a
jalarme del brazo, pero yo le dije que ni lo intentara, que no iba a salir
mientras no ganara. Estuve lidiando con mi rival y con el otro, el que no me
soltaba el brazo, y perdí de nuevo. Me puse mal, rompí la consola del nintendo.
Conciencia, que
está con mala cara frente a mí, en aquel trágico momento me dijo que si no iba
a ver a Lola, los dolores los padecería yo, luego. Eso fue el peor augurio
porque después me llamó mi cuñada muy alarmada diciéndome que la Lola se había
tomado no sé cuantas pastillas.
-Ha sido por
tu culpa.-Me dijo con rencor Alicia.- En ese momento saltaron estos dos mudos
que ahora no quieren hablar, pero esa vez sí que me gritaban, la una me decía: ¿ya
lo ves?; el otro: “¿Pero serás animal? Cualquier persona, hasta la más cruel
habría dejado los malditos cacharros y se habría ido a ver a la novia”
Cuando al
final salí para ir al hospital pasé por una tienda donde se venden teléfonos
móviles y los Ipads, por pura curiosidad
me metí a preguntar por el precio del último Ipad mini, cuesta un ojo de la
cara, pero cuando le pregunté por las aplicaciones al chico que atendía, me
sorprendió que con ese aparato resolvería todos mis problemas.
-Este no se te
cuelga nunca,- me dijo el chaval, que parecía un experto a su corta edad, así
somos ahora, pensé, lo sabemos todo,- y puedes configurar lo que quieras,
además mira qué diseño, incluso te lo puedes llevar con un plan de crédito
fantástico, podrás conectarte al wifi cuando quieras y la tarifa da risa.
-Bueno, lo
pienso y vengo en la semana, ahora no puedo decidir porque mi novia está en el
hospital.
-No te
preocupes, la promoción está hasta fin de mes. Ah, y que se recupere tu novia.
-Gracias,
hasta pronto.
Llegué
finalmente al hospital acompañado de estos dos inconformes que me decían lo que
tenía que hacer, decir y cómo debía conducirme en una situación tan complicada,
pero la cagué.
Lola estaba
muy mal, se veía como zombi.
Dile algo
agradable,-me dijo Sentido Común,-pero piensa bien las palabras. Por desgracia,
no se me ocurrió nada y lo único que hice fue acercarme a mi novia y darle un
beso, no me gustó porque tenía los labios secos, ásperos, como con escamas. ¿Te
gustan estás flores?- era la primera vez que le regalaba un ramo. Con un
movimiento de la cabeza dijo que sí, pensé que no podía hablar y me sentí
incomodo porque sabía que quien tendría que llevar la conversación sería yo.
Empecé
disculpándome y prometiéndole que en el futuro sería mejor y que no le causaría
ningún disgusto. En realidad, el disgusto era mío porque en ese momento me
estaban mandando un montón de mensajes en sms y quería saber quién era. Durante
unos minutos, Lola y yo nos miramos y hasta nos reímos un poco, luego le
comenté lo del Ipad y ahí se terminó todo.
-¿Es que no te
acuerdas que me habías prometido comprármelo para mi cumpleaños?- Era verdad,
se lo había prometido cuando estaba haciendo algo del blog y luego se me
olvidó. En su cumpleaños le di un modesto reproductor de música, que me habían
dado como regalo junto con la tele que mi hermano y yo compramos para mi mamá,
y seguro que eso fue lo que la hizo perder el control. Traté de disculparme,
mientras Conciencia me veía con rencor, y le dije que en cuanto hiciera algún
trabajito por ahí, le compraría el mejor Ipad, pero no pude cumplir con lo
prometido por falta de encargos porque, como por arte de magia, nadie me llamó
ni para saludarme.
Ayer Lola
salió del hospital y, al llegar a su casa, me miró de forma interrogativa, yo
no entendí, pero la parejita de inconformes que no me deja en paz me empezó a
recriminar y dar consejos al mismo tiempo: ¿te acuerdas de lo que le
prometiste?-decía ella; él, por otro lado, en tu lugar yo iría a pedirle dinero
a mi hermano y compraría el Ipad. No pude decidir nada porque frente a mí
estaba el otro, el peor de todos: vanidoso, egoísta, soberbio, arrogante,
presumido a morir. –No se lo compres, de nada le va a servir y de todos modos
la vas a dejar,- Mi inseparable parejita de torturadores puso el grito en el
cielo. Conciencia me dijo que eso estaba mal, que sería lo último que me
permitiría hacer. Sentido Común masculló cosas que no entendí y se salió
disgustado. Total que me fui y decidí comprarle a Lola lo que quería, sin
embargo, creo que me lo voy a quedar porque después de la caída, desde la
cuarta planta, mi ordenador ya no funcionará.
Me tienes loca, dejándote comentarios aquí y allá. Tienes tantos blogs como novias, a ver si nos centramos un poquito, jajaja.
ResponderEliminarRepito que el relato, un tanto exagerado, muestra espléndidamente la cada vez más extendida adicción a los tecnocacharros. Ni la conciencia ni el sentido común pueden remediar el automatismo interno que nos dirige mecánicamente a las ventanas virtuales por las que nos comunicamos. Felicidades!!!!
Me tienes loca, dejándote comentarios aquí y allá. Tienes tantos blogs como novias, a ver si nos centramos un poquito, jajaja.
ResponderEliminarRepito que el relato, un tanto exagerado, muestra espléndidamente la cada vez más extendida adicción a los tecnocacharros. Ni la conciencia ni el sentido común pueden remediar el automatismo interno que nos dirige mecánicamente a las ventanas virtuales por las que nos comunicamos. Felicidades!!!!
Julia, gracias por tu visita. Te comento que al parecer me ha dado algo que se llamam literaturitis, sindróme literario o libro adicción. En realidad es un mal progresivo, no se nota en realidad, los cambios son de humor y no hay patologías, es decir, al principio, después no sé cómo vayan a ser las complicaciones. Ahora me dan ganas de estar leyendo historias como esa de un negro que estaba todo el tiempo enamorando a una tal Ana. Por otro lado, he notado que cuando te dan ganas de escribir cuentos o, en último de los casos, poenemas, ya presentas los primeros síntomas. Bueno, ya me voy porque no sea que te contagie. Un abrazo.
ResponderEliminarJC